Hace 720 horas todo era diferente.

 Acostumbro a hablar del futuro por eso de no remover el pasado, pero haré una excepción. Porque esta excepción duró lo suficiente para que mereciera la pena verdaderamente. 
Hace 720 horas, había una bolsa de gusanitos, un mercadillo a última hora, también recuerdo nubes blancas, un cuarto casi vacío y un despertador roto (o trucado). Había muchos kilómetros en esas horas, llovía (que no lloraban), y la gente se volvía impaciente. Esos momentos nunca deberían ser impacientes, sino todo lo contrario. Recuerdo mirar la hora constantemente.
Estas 720 horas también han estado ocupadas de muchas cosas, recuerdo un sitio desconocido y una bata blanca, pero también caras tan familiares que provocaban en mi una sensación de sueño en lugar de excepción, como si nunca hubiera existido en realidad. No era una mala sensación. 
Una de esas caritas me regaló un mes, sus palabras fueron tranquilizadoras
- Espera, no hables todavía, date un mes. En un mes lo contarás todo y lo pensarás también.
- ¿Un mes? Vale, un mes.
Setecientas veinte significantes horas que han provocado planes y sus alternativas, periodos de adaptación y huidas varias, dos veces una visita, un par de zapatillas verdes, un cuarto no asumido y una excepción que trata continuamente de pisar lo que vendrá.
Ese mes acabó, y seguimos vivos. 
Ahora no esperaremos, no nos regalaremos tiempo. Nos lo ganaremos, lo patentaremos.

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