Las máquinas


No se sabe dónde, pero si cuándo, llega ese momento en el que se dió cuenta de que estaba en un sitio que no le pertenecía, no era un alquiler ni una adopción, sólo un simple mal camino, quizá el más fácil de todos esos a escoger en el cruce anterior. Con una cierta ayuda que rozaba los límites de la moralidad, se dió cuenta también, de que había llegado a ser una persona que no había soñado ser, más lejos de eso, un tipo de persona que te pasas toda la vida criticando, afirmando no entender el porqué de sus actos, incluso pudiendo llegar a pensar, que no merecían el mínimo respeto que tu podías ofrecerles, como seres i-rracionales que somos.
Pues bien,  la época del año le ayudo a situarse un poquito más atrás (amaba las máquinas del tiempo), a verse desde lejos, unos cientos de kilómetros al Norte, un poquito más jovén, aunque no por ello con menos madurez (a veces hasta los números se equivocan).
No sabe como había llegado hasta aquí, y a veces no le gustaría ni recordarlo, es dificil el momento en el que por fin, te conoces a tí mismo. Por fin lo supo y pudo volver, gracias a la mejor máquina del mundo, para no arrepentirse, ni dar otra vez los mismos pasos, odiaba ir por el mismo camino, jugaba a todo pero poco tiempo, porque se aburría rápido. Pensó que esa razón, podía ser la excusa perfecta para determinar la causa de cómo estaba así.
Supo reaccionar, no lo hizo a tiempo, hubo daños desde entonces pero pensó que quizá no le venía mal haber conocido aquello para darse cuenta de todo lo que tuvo antes, como el baúl de los recuerdos. Y esque hacía tiempo que idealizaba tanto el presente, que se olvidó del pasado, y el futuro en realidad, jamás lo tuvo en cuenta.
La vuelta parecía ser mas dura, hasta entonces había sido todo cuesta abajo, ahora tocaba subir, en los descansos a los que se convirtió adicta, pensaba. Pensaba en que todo esto, podía haber sido el odioso boomerang, el karma, o el pequeño efecto mariposa. Daba igual era algo que se podría esperar, daños colaterales, castigos necesarios, o el simple hecho de las consecuencias que vienen después de cada acto.
Sus metas siempre fueron pequeñas, no llevaba paraguas, los odiaba y los perdía, pero si una áncla en el bolsillo izquierdo, y una pluma escondida. No los llamaba amuletos, porque decía, que no daban suerte, le ayudaban.
No iba con nadie.
Justo hasta ese momento en el que se dió cuenta había gente a su alrededor, pero pudo intuir también, como a aquellos acompañantes les había sucedido algo parecido, vio enseguida como eran, o en qué se habían convertido, quizá no los conocía lo suficiente, aunque le encantaba sugerir que si. Ellos le sirvieron, pero tenían una fecha al lado del cuello que había caducado hacía un tiempo.
Así que se dejo llevar, pero no como las otras veces, esta vez había elegido.

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