Y cuando intentaba rascarme los ojos para poderlo ver todo más claro, un montón de sol que no había visto hasta ahora apareció en la esquina de aquel autobús feo y azul. Cuando recuperé la compostura vi la parada, era un poco incoherente en su trabajo, ¿quién iba a parar allí, en medio del mar y la playa oscura?
Me dieron unas ganas infinitas de bajarme, pero todo fue muy rápido y seguía teniendo los ojos hinchados de la noche anterior que me quedé dormida para huir de lo que había sido un par de días sueltos de sensatez y teatrillos baratos por pensar que si había algo.
Sin darme demasiada cuenta, le cogí cariño a ese bus feo, era como el transporte perfecto a lo que tanto había echado de menos este tiempo, era la mezcla de lo vivido con lo que quedaba por sentir, de los nervios del directo y la experiencia del "buen" curriculum. Se mezclaban a través de esas ventanas historias secretas dónde yo era protagonista, pero tan pronto aparecían como se esfumaban, y entonces sólo me quedaba el mar muy azul y una ciudad que nunca llegaba. Era todo con poca prisa.
Así que entre idiomas mezclados y la maleta del color del camaleón, casi me quedo allí mas de lo debido, pero justo en ese momento desperté del sol y me bajé, corriendo y con cuidado de no caerme, algo demasiado habitual en momentos inapropiados.
Allí ya seguimos sin mi, después de eso todo lo que recuerdo no tiene continuidad en los días vividos. son flashes muy intensos, es el nudo que sube y baja por tu cuerpo que vive como un parásito en cuanto te vas de casa y dejas lo que te cuida fuera.
Así que de aquel viaje que ya siento tan viejo, sólo me quedo con el autobús que es lo que aparentemente recuerdo, no la daré importancia buscando en el psicoanálisis la causa, sólo intentaré que cada vez duela menos al recordarlo, porque esos viajes, escuchados o no, son los que cuentan.
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