Los árboles grandes.

No contaré mentiras, aquello fue una historia de amor. Lo fue. Del de la calle, con torpeza y todo, no ese verdadero utópico, el real. Ese que tu sientes.
Fue ella la que se sentó a su lado en la mañana en la que se dio cuenta de que algún futuro quedaba por vivir, él la miraba de reojo interesado, sólo lo justo. las circunstancias en las que se vieron por primera vez, siempre pudieron ser mejores, pero las apariencias fueron pasajeras. Las coincidencias si jugaron a su favor, y a mi parecer, creo que un poco aquella caótica situación les empujó a verse de frente. Muy cerca.
Él todavía recuerda la sensación que le recorrió la espalda cuando ella terminó por levantarse y abrazarle.
Desde ese momento se colocaron los dos de cabeza a la tierra y nunca volvieron a ser los mismos. -otras apariencias pasajeras-
Él recuerda esa situación porque sigue estando allí en su espalda, y cuando habla de ella dice que es la que le levanta y le tira cada día, la que le hace mover la cabeza en dirección a ella, aunque a veces su pasado aprendido y los aires de casa le hacían tropezar y respirar como el decía, pero cuando estaba allí en el suelo no le gustaba el frío del suelo en su espalda, y se levantaba rápido.
No estaban mucho en casa, tenían demasiados lugares favoritos, ella tenía miedo de quedarse encerrada y a el, a el le gustaba estar fuera. Por la calle siempre iban de la mano, su izquierda y su derecha, sin hablar.
Una vez los vi desde lejos, y desde allí ya se podía ver lo que eran, jugaban a todo pero poco tiempo, parecía que se reían sin sentido.
En lugar de tirar migas de pan para recordar el camino, tiraban monedas, montones de ellas, a veces se las tiraban entre ellos y se hacían daño, no se si tendría la misma utilidad. Días después volvían a ver si estaban, y cuando no las encontraban, ella decía que no habían buscado bien, él dejaba que lo pensara.

A él le apasionaba viajar y conocer nuevos rincones, ella viajaba para encontrar el suyo, y cuando se cansaba de buscar, él le cogía de la pierna y la arrastraba por el salón en dirección a la puerta, ella se agarraba siempre fuerte al pilar que había en medio,(de pequeña le dijeron que los árboles grandes y muy viejos, transmiten su energía positiva cuando te abrazas a ellos, ella, en lugar de eso había dibujado uno pequeñito que recorría todo aquel pilar en el medio del salón) cuando no podían mas, él terminaba por bajarle los pantalones,y ella por parar de resistirse.

Se querían irremediablemente, inútilmente  posesivamente y anarquicamente. Se querían solos y oscuros, con mucho vino y pocas rosas, con una ventana al cielo y descalzos, se querían por y a pesar de los sentidos, puesto que son estos los que les traicionan y les retuercen entre ellos y en su contra. Cuando funcionan en su contra, ella tiene su árbol y el la tiene a ella.
No es nada del otro mundo. Es algo de verdad.


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